Entrevista piloto
-¿Cómo fue su niñez?
A mí me criaron como si yo tuviera la culpa de todo, me dijeron
que yo tenía que servir a un hombre, pertenecer a él y no tenía derecho a nada
por mi condición de ser mujer. Mi padre es muy machista.
-¿Cuándo empezó a ejercer la prostitución?
Desde los 17 años. Mi padre me botó de la casa porque había
quedado embarazada. Tuve que salir para evitar sus agresiones y proteger mi
embarazo. Me convertí en madre soltera y tuve que mantenerme sola.
-¿Que hizo entonces?
Me dediqué a ayudar a los ambulantes y también trabajé como
empleada del hogar durante dos meses. Cuando di a luz en Piura en el año 1982,
mi hijo se enfermó del estómago y se empezó a deshidratar. Estaba desesperada.
No tenía dinero para comprar los medicamentos.
-¿Alguien le ayudó?
Había una chica que me ayudaba. Yo sabía que ella era trabajadora sexual pero lo que me daba no me alcanzaba y
me dijo que tenía que trabajar.
-¿Qué sintió cuando comenzó a trabajar como prostituta?
Yo quisiera contarte que fue lo que sentí cuando entré por primera
vez a un burdel. Cuando la “mami” me invitó a iniciarme, me horroricé de ver a
mujeres exhibiéndose. Me asusté y me dije: “Esto es pecado, yo no puedo pecar.
Yo no voy a ser una mujer sucia”. Di media vuelta y salí rumbo al hospital.
Luego el doctor me pidió las medicinas para mi hijo, pero como yo no las tenía
me dijo que mejor me lleve a mi niño a morir a mi casa porque ese espacio que
mi hijo estaba utilizando lo necesitaba para un niño que sí se podía salvar.
-¿Eso le dijo el médico?
Sí, eso me dijo. ¿Tú te imaginas lo que yo sentí? Entonces regresé
al burdel y me dije: “A partir de este momento no creo en Dios, porque si no
creo en Dios, no soy pecadora y no tengo que sentirme sucia”.
-Habían otras opciones, ¿por qué eligió la prostitución?
Trabajé como empleada del hogar pero no me gustó. Trabajaba las 24
horas del día. Podía haber vendido frutas en la calle, pude haber lavado ropa,
pero al final de cuentas escogí el trabajo sexual. La trabajadora sexual tiene la ventaja de que recibe el
dinero inmediatamente y eso te ayuda a cubrir necesidades que en ese momento
para mí era muy importantes.
-¿Lo hacía solo por necesidad o también le gustaba el tipo de
trabajo?
Era muy joven para entenderlo. Yo vivía sola, en extrema pobreza y
en ese momento decía que lo hacía por necesidad. Era muy niña e inmadura para
entender estas cosas.
-¿Le molesta que le digan puta?
Puta es una mujer que ejerce su sexualidad tan libremente como la
vive el hombre. En cambio, una trabajadora sexual es aquella mujer que cobra
por sus servicios que no la exime de “tirarse una canita al aire” con cualquier
persona. Una puta no necesariamente es una trabajadora sexual.
-¿Que diferencia encuentra entre las prostitutas de antes y las de
hoy?
La prostituta de antes estaba muy explotada por los “cafichos”,
también desconocía sus derechos y pensaba que tenía que ser violentada,
fastidiada por su trabajo; por eso las prostitutas tienen una coraza porque
crean resentimiento. La mayoría de las prostitutas de ahora ya no dependen de
un “caficho”, de un marido explotador; ahora forman parte de un matrimonio y
aportan a la familia como una pareja común porque hemos luchado para ganar
derechos..
-¿Cuántos hijos tiene?
Tengo cuatro hijos, de 27, 25, 23 y 13 años, y un ahijado de 13 a
quien protejo y adoro.
-¿Se siente bien al saber que sus hijos saben que es prostituta?
Por supuesto. Me siento muy orgullosa. El día que yo decidí
aceptarme a mí misma me di cuenta que era el primer paso para que los demás me
acepten. Una vez, unos primos de mi hijo lo citaron solo para preguntarle ¿qué
se siente ser el hijo de la mayor prostituta del Perú? Querían burlarse de él
pero mi hijo está preparado para esto y solamente les respondió: ¿para esto me
han citado?
.
-¿Cuando una mujer se está iniciando en el trabajo sexual, la
anima o le dice que busque otro camino?
Yo la animo a que sea feliz, a que su autoestima suba. La animo a
que dé los pasos necesarios para lograr sus objetivos. No fomento el trabajo
sexual.
-¿Se arrepiente de algo?
Me arrepiento de no haber tenido el valor suficiente para
reaccionar cuando las personas se aprovecharon de mí y me violentaron. Me
consuelo al saber que Dios me dio la oportunidad de salir adelante después de
haber pisado fondo y pensar en quitarme la vida. De esa desgracia salió mi
fortaleza con la cual vivo ahora orgullosa al lado de mi esposo y mi familia.
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